Cuántas veces la vida nos pone retos que casi siempre creemos no poder superar. Cuántas veces nos preguntamos a nosotros mismos si merece la pena luchar y hacer todo lo posible o rendirse ante la adversidad.
Todos en algun momento de nuestra existencia nos preguntamos cosas que no tienen respuesta o creemos que en ese momento no la tiene y es que el ser humano es así, cabezota y asustadizo por naturaleza.
Lo bueno es que, aunque a veces lo veáis imposible, todo se puede conseguir y es por eso que hoy os quiero mostrar al que tuve que someterme hace poco y lo feliz que me sentí al conseguirlo. Es bueno liberarnos y hacer algo que creemos que no podemos lograr porque, aunque la mente nos juega malas pasadas, nuestro cuerpo responde positivamente.
En Semana Santa, mi chico y yo fuimos al sur de Francia. Necesitábamos desconectar y después de dos días, antes de volver a casa, decidimos visitar las Dunas de Pilat.
Al principio, cuando llegamos parecía que, subir a las dunas era algo fácil pero nada más lejos de la realidad. Llegas al borde de la arena y te fijas en lo alto y lo empinado que está la duna y te invade una sensación de incomodidad por todo el cuerpo y te preguntas, ¿seré capaz de conseguirlo? No creo.
Y qué manía de no confiar en nosotros mismos; de querer abandonar antes de intentarlo, quizás por miedo al fracaso.
Siempre os digo la importancia que tenemos hacia nosotros mismos cuando tomamos decisiones que cambian nuestra vida y esa debe ser la razón por la que debemos luchar y continuar con nuestros sueños.
Pues bien, una hora más tarde y habiendo parado decenas de veces, lo conseguí.
Me propuse hacerlo, mi mente quiso detenerme pero fue entonces cuando le demostré que lo iba conseguir. Y lo logré. Porque no hay nada ni nadie en este universo que deba manejar nuestro cuerpo y mente, ni siquiera nosotros.
Mi chico estuvo ahí en todo momento, esperando pacientemente porque él sabía que lo iba a conseguir, porque confiaba en mi fuerza. Al fin y al cabo, la vida nos pone cosas más difíciles de superar y teniendo en cuenta por todo lo que he pasado… ¿por qué no iba a ser esto una meta más?
Y qué importante es también rodearte de los que sacan lo mejor de ti; de los que te dicen que puedes conseguirlo, por muy duro que sea el trayecto. De los que tiran de ti en esos pequeños instantes donde tu mente quiere engañarte. Qué importante es llenar tu vida de gente positiva y alegre, que te aporte. Que te haga ser mejor persona. Más humana.
Y sin duda, tengo al mejor compañero de vida. Aquel que me hace crecer y que nos complementamos de tal forma que, nada es imposible.
Para esta ocasión, a parte de querer superarme un poco más, quería mostraros la maravilla de paisaje que se ve al subir a la cima y, gracias al esfuerzo, os puedo mostrar estas increíbles vistas que hacen soñar. Soñar con todo. Porque conseguirlo sólo depende de ti, de nada ni nadie más.
El vestido que escogí para ello, es esta preciosidad de Roxy. Un vestido vaporoso y súper cómodo que se adapta a tu cuerpo, sea cual sea tu forma. La elasticidad del pecho aporta movilidad y confianza.
Los tonos marrones o anaranjados nos da calidez y sienta genial a cualquier tez, seas tan blanquilla como yo o tengas más color. Sin duda una prenda básica para este verano que no puede faltar en nuestro armario.
Espero que os haya encantado y que me contéis cuál va a ser vuestro próximo reto, porque sin duda conseguiréis todo lo que os propongáis.
Hasta la semana que viene y mientras, vestid con color y vivid con mucho amor.
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